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martes, 20 de julio de 2010

MATRIMONIOS HOMOSEXUALES

El 15 de julio de 2010 ya es una fecha histórica para los habitantes de Argentina, pues, en esta fecha, ese país sudamericano, pasó a ser el primer país latinoamericano en aprobar el matrimonio entre homosexuales. Por supuesto, no faltaron manifestaciones a favor y en contra de esta medida.

Las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son tan antiguas como Sodoma y Gomorra, ciudades destruidas por Dios, a causa de su pecado, en los días del patriarca Abraham (Génesis 19). Pero, parece que poca gente quiere recordar que, desde aquellos tiempos lejanos, Dios ya aborrece la homosexualidad y la condena. No importa el razonamiento de la humanidad para justificar tal práctica, la homosexualidad y los matrimonios homosexuales son antinaturales y contrarios al propósito original de Dios en la creación del hombre y la mujer.



Cuando Dios creó al hombre (cosa que tampoco el hombre posmoderno quiere creer) lo hizo con una identidad sexual definida, con sus diferencias y necesidades, con órganos sexuales diferenciados y con claras inclinaciones naturales entre hombre y mujer. “Y creó Dios al hombre a Su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn. 1:27). Que un varón se sienta sexualmente atraído por otro varón, y que la mujer se sienta sexualmente atraída por otra mujer, es una evidente declaración de apostasía (rebelión) que ya en Romanos 1 el apóstol Pablo denunció.

Las relaciones homosexuales –tan de moda en los últimos tiempos-, no son una opción en el Plan de Dios para el matrimonio. La distorsión del sexo y la perversión del matrimonio, son el resultado de la rebelión del hombre contra su Creador. El testimonio unánime de Las Escrituras es que Dios aborrece y condena las relaciones entre sexos iguales. Por esa conducta inmoral destruyó Dios a los habitantes de Sodoma y Gomorra, en la antigüedad (Génesis 19); y en Levítico 18:22, Jehová Dios declara expresamente: “No te acostarás con un hombre como quien se acuesta con una mujer. Eso es una abominación”.

El hecho de que Dios creara y diseñara dos sexos opuestos que, normalmente, se atraen en amor para la procreación, y que se complementan y necesitan mutuamente para vivir en pareja, es argumento natural más que suficiente para probar que el diseño correcto para el matrimonio es tal como el Creador lo pensó y ordenó desde el principio. A los cristianos que vivían en una ciudad tan promiscua como Corinto, el apóstol Pablo les instruyó: “pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido” (1ª Corintios 7:2).

Además, siendo la procreación uno de los propósitos principales del matrimonio, es evidente que la unión entre varón y hembra es la ley natural, diseñada por Dios, para la concepción y procreación de otro ser semejante a nosotros, y esto prueba que el matrimonio solo es legítimo delante de Dios, entre dos personas de sexos opuestos. “Por tanto” –instruye Dios a todos los hombres del mundo- “dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24).

Uno y otro, con sus cualidades peculiares, cumplen el papel o funciones que Dios ha ordenado para el matrimonio. Sólo el varón, con la fortaleza y el carácter propio de su sexo, puede y debe guiar a su esposa y su familia, como Dios manda. Y la mujer, con su peculiar ternura y amor materno, es capaz de amar y criar a los hijos con esa entrega y desprendimiento tan especial. Solo el hombre engendra otro ser semejante en unión legítima con su mujer, y solo la mujer puede concebir del hombre a un ser semejante a ella y llevarlo en su seno hasta el alumbramiento. Cualquier otro modelo que distorsione el papel y características distintivas de los sexos, es una perversión del modelo original que Dios dio a cada uno.

Por Wilfrido Payan

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